Se deslizaba tan rápido como su diminuto organismo baboso se lo permitía. "Debo recordar evolucionar saliva más resbalosa para la próxima generación. ¡O pies, para variar! Alas sería lo idea, pero con pies tendría más que suficiente."
Era de una textura viscoza que le hacía preguntarse al muchacho si de hecho también sabría y no solo se veía como un delicioso pandita de goma. Pareció percatarse de que la duda ponía su casi nula integridad en peligro, pues apretó el paso lejos del muchacho y su gigantesca cara de expresión extraña e indescifrable. (Los miembros de la familia helix aspersa nunca han sido muy buenos para eso de la comunicación no verbal y no distinguen una mirada amenazadora de una curiosa, aunque para fines prácticos, tratandose de humanos es lo mismo).
"¿Cómo se llaman esas cosas? ¿Caracoles encuerados? Tal vez estoy en el vestidor de caracoles, ahorita saca de por ahí su caparazón de carreras y ahora si ya me cargó, me corretea hasta el fin del mundo. Aunque bien pudiera ser simplemente distraido y dejó su coraza en casa." El muchacho se ofreció a llevarlo, pero el caracol lo ignoró por completo y siguió con su camino.
Pasó por alto que esa especie de caracoles no se caracteriza precisamente por sus buenos modales.
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